


¿Puede la muerte ser un principio? Eso se preguntaba una joven, mientras paseaba sus pies descalzos a través del camposanto de su ciudad, golpeándose a cada paso con la cruda certeza de la muerte. El final de todo. ¿Y dónde queda cuanto hicimos? ¿Quién lo recordará? El paso del tiempo y el olvido sepultarán proezas y equivocaciones. Sepultarán todo. Y bajo la angustia que le generaba ese pensamiento, la hija del Kaisar se propuso ser recordada más allá de los albores del tiempo, una forma de inmortalidad.
Su nombre era Daxta Vakko y, a pesar de sus vivencias, que puedes conocer en el primer relato correspondiente a la colección 'Memorias Dinásticas', ella fue la primera en asentar el apellido de la dinastía bruja. Las consecuencias de sus actos y decisiones, como digo, se reflejan en Daxta: la emperatriz, pero digamos que no fueron finalmente las que ella deseaba. Sin embargo, es a ella a quien se considera la primera emperatriz de la dinastía Vakko, que se divide a lo largo de sus 600 años de historia.
Así, podríamos englobar a las cuatro primeras emperatrices en un lugar a parte, pues en nada movió a ninguna de ellas el ansia conquistadora de sus sucesoras.
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