Lapsos: ración de física propia
Descripción de la publicación.
8/21/20253 min read


Partimos de algo real, aunque nada en esta historia lo es y como este universo es diferente, sus leyes también lo son; igual que sus planetas, sus minerales, sus materiales, etc. Me gusta inventar absolutamente todo, incluso una ciudad en una novela de fantasía urbana. Nada de que la acción acontezca en Barcelona, Sidney o Nueva York. Ciudad que no existe, donde la libertad es total para ponerle y quitarle lo que necesite en cada momento.
A pesar de eso, en Lapso estoy leyendo mucho de física cuántica porque la verdad es que, aun no entendiendo buena parte del funcionamiento o del porqué de muchas cosas, me parce algo súper interesante para tomar como base. (Inventar palabros también me encanta). ¡Vamos allá!
Un pozo gravitatorio es una región del espacio donde la gravedad es tan intensa que nada puede escapar, ni siquiera la luz. En nuestro universo ficticio, H-23 Perseus —apodado “El Abismo”— es uno de los pocos con los que se ha logrado trabajar. Esto se hace desde la estación espacial Nodo Perseus-I, que orbita en una estación de resonancia, una región donde la gravedad del pozo mantiene la estación estable, sin arrastrarla hacia el Abismo.
El tiempo cerca de un pozo gravitatorio transcurre más lento que lejos de él, y estas condiciones extremas permiten la existencia de lapsos, partículas temporales inestables extraídas de la región cercana al límite de captura —el límite a partir del cual nada puede escapar de la gravedad del pozo gravitatorio.
Los ingenieros gravitacionales trabajan con estas partículas manipulando campos de gravedad y creando límites de captura artificiales controlables. Esto permite refinar y encapsular los lapsos, que luego se utilizan en distintos procesos de nuestra sociedad. Aunque es extremadamente complejo, la humanidad ha logrado aprovechar fragmentos de tiempo que de otro modo serían inaccesibles.


Cuanto mayor es la concentración de partículas temporales encapsuladas, más largo es el lapso, menos denso y menos complejo de manipular. Teniendo en cuenta, además, las capacidades de extracción de esas partículas, solo seis condiciones resultan estables y explotables con respecto a las condiciones de gravedad, densidad y duración, de modo que nuestra sociedad fabrica 6 tipos de lapsos:


Un nanolapso encapsula 5 días de tiempo bioquímico.
Un microlapso encapsula 3 meses de tiempo bioquímico.
Un etyolapso encapsua un año de tiempo bioquímico.
Un macrolapso encapsula 5 años de tiempo bioquímico.
Un megalapso encapsula 25 años de tiempo bioquímico.
Un lapso calibrado no encapsula tiempo bioquímico concreto, sino uno programado de duración concreta. Son menos utilizados porque sus efectos aún no se conocen a largo plazo.
Estos últimos están restringidos y no al alcance de la población civil. El resto sí lo está, aunque los precios a partir de un etyolapso son prohibitivos. Tampoco es fácil hacerse con un microlapso, aunque sí es algo más accesible.
Teniendo en cuenta que el uso de lapsos cortos se vive como algo más perjudicial que el uso de los largos, parece evidente que la población con pocos recursos lo tiene algo más difícil, pero...
¿Qué es esto del tiempo bioquímico? Bien, no hablamos de tiempo como tal. Es decir, una persona que compra un nanolapso no gana 5 días de vida. Pero todo lo iremos conociendo a su debido momento.
Por lo pronto, los lapsos son cápsulas hexagonales que se insertan en el Hexo, un implante que todo el mundo recibe al nacer y se coloca en el punto exacto en el que nace el esternón.


